viernes, 20 de febrero de 2015

Sobre libros, música...arte en general. Qué descubrí en 2014 (1)

Comencé con alguna entrada de blog aislada durante las vacaciones, sin renunciar a los tintes políticos que suelen acompañar a mis artículos, pero ya el año pasado escribí un artículo sobre las películas que había visto (y recordaba haberlo hecho) en 2013. Me gustaría realizar al menos una pequeña recopilación anual de mis expresiones artísticas vividas, sin ánimo de ser exhaustivo, pero con la idea de orientar a quien quiera disfrutar también de esas manifestaciones, bien sean películas, libros, música, danza o cualquier otra forma de arte.

Este pasado 2014 me ha traído unas muy interesantes y variadas experiencias artísticas. Las películas ya las he analizado en la entrada anterior. En esta entrada me referiré, en primer lugar a los libros, pero no olvidaré de mencionar mis vivencias de 2014 de otras formas artísticas.

Empecemos con las decepciones. No sé si ha sido este año cuando leí una novela de Yasmina Khadra, en francés, Ce que le jour doit à la nuit.  Escribe bien Khadra, autor varón, a pesar de su nombre femenino, la idea del cual surgió como medida de precaución tomada durante la última guerra civil sufrida por Argelia. Y con él se quedó. A pesar de su buena técnica a su novela no le encuentro nada especial, más allá de tomar unas buenas de clases de francés.

En el apartado de decepciones incluyo también Tokio Blues de Murakami. Esperaba mucho más, dada su fama. Es de este tipo de literatura, que acapara gran éxito de lectores. Encuentro lógico y deseable que el objetivo de un escritor sea llegar a un público muy amplio. Pero ese objetivo se puede lograr con una literatura mediocre, como es el caso.

¿Pero, qué es una literatura mediocre y en qué consiste la buena literatura? ¿Un libro es bueno porque me guste a mí? La respuesta es complicada. Ya he confesado que a mi no me han gustado libros que están considerados como grandes obras de la literatura, escritos por autores muy célebres.

Entonces, si yo no debo de ser el juez, ¿quién decide lo que es bueno? Lo más lógico sería apelar a la "democracia". En ese sentido, los best-sellers serían las mejores obras literarias, pues el público así lo decide. Desde ese punto de vista en España tendríamos a Corín Tellado entre los grandes del Siglo XX.

Cierto que "la chusma" puede gustar de lo kistch: de un André Rieux en música, de El Señor de los Anillos en cine, de 50 sombras de Grey en literatura, and so on... Cuando hablo de la chusma se debe entender como una mayoría social embrutecida, dando riendo suelta a los bajos instintos, inculta, aunque tenga tres carreras. La chusma es capaz de disfrutar con una ejecución en público, no lo olvidemos. Y de igual manera que existe "la plebe", existe "la antiplebe". Lars Von Trier, en cine,  podría ser uno de sus ídolos, Lana del Rey en música. La sofisticación, como forma de auto-afirmación, de sentirme "au dessus de la melée".

Obviamente, tampoco es ése el sistema. Nos queda apelar a la opinión de los críticos o de los expertos. Pero entramos pronto en otra contradicción. ¿Quién otorga a un crítico o a un experto su valía? Es evidente que no es un tema cerrado. Cualquier lector habituado a las críticas de una película (aunque estemos hablando de libros, sé poco de críticas de libros, me fijo más en las críticas de películas) observará que la dispersión de las valoraciones es enorme.

Y es que la valoración de una manifestación artística tiene un componente subjetivo, pero también tiene ingredientes objetivables... Como la belleza humana, en su sentido amplio.  Hay consensos sobre lo que es bello. Pero también hay factores culturales. Y, como en muchas composiciones artísticas, hay forma y fondo, esto es, hay belleza física y belleza espiritual. Podemos poner algunos ejemplos de esa belleza espiritual aunque la belleza física no acompañe. En hombres es fácil. Siempre se ha admirado el atractivo de Humprey Bogart. Ejemplo muy reciente es Yanis Varoufakis, el ministro de economía del gobierno griego de Syriza. Y me permito varios ejemplos de mujeres: María Callas y Amy Winehouse. O Lola Flores. Tres artistas con un enorme atractivo, más allá de la belleza física, pues precisamente ninguna de ellas es especialmente bella desde ese punto de vista.

Pero hay un crítico que es implacable con estas y con todas las obras, y ése es el tiempo. Aunque cada época tiene sus modas y aunque el tiempo nos traslada a otras épocas con otras modas, de manera que podemos dejar olvidada alguna pieza maestra, porque no se ajuste a las modas de nuestra época. Sin duda se recuperará, sólo es cuestión de dejarle más tiempo. Lo que es indudable es que muchas obras perderán su encanto y hasta nos parecerán ridículas con el devenir de los años.

En efecto, muchos libros, películas u otras expresiones del arte, que tuvieron en su momento un enorme éxito de público o de crítica no pasan por el tamiz que concede la gloria de la inmortalidad. Y por ello no tenemos más criterio que el nuestro, subjetivo, para juzgar las obras más recientes. Sólo el tiempo va unificando los criterios, y es entonces, cuando se ha sentido su paso, cuando comienzan a sobresalir las mejores, pues el resto van cayendo en el olvido.

Bien, de Murakami me gustaron pocas cosas, pero recuerdo una idea que expresa alguno de los protagonistas y que concuerda exactamente con mi manera de pensar. Habiendo tantos escritores clásicos, ¿por qué perder el tiempo con ensayos de prueba y error tratando de buscar buenas obras actuales, pudiendo disfrutar con las que ya sabemos que son excelentes? De los clásicos será minoría lo que no nos agrade, cuando con los autores contemporáneos nos sucederá lo contrario. Y es por ello que me dedico, sobre todo, a descubrir, para mí, a los autores clásicos.

Pero será en el próximo artículo cuando hable de ellos.