sábado, 8 de agosto de 2015

Mis nombres propios del primer semestre de 2015: Juan Goytisolo

Eres, Juan, el primer nombre que destaco de este panorama cultural íntimo.

Desde luego, porque te ha sido otorgado el Premio Cervantes. No, no debes sospechar: lo mereces más que ningún otro escritor en español vivo.

Gracias por tu discurso. Breve, pero intenso. Y bien escrito. No podíamos esperar menos de ti. Lo he copiado y lo tengo archivado entre mis artículos preferidos.

Vengo de terminar de leer uno de tus libros. Tiene más de veinte años, pero sigue palpitante como si lo hubieras escrito ayer (¡coño!, ¡lo que me ha costado escribir algo más original que "rabiosamente actual"!). Lo escribiste tras el derrumbe de los regímenes comunistas. Lo había visto ya muchas veces por casa, herencia de la biblioteca de mi padre, quien te tenía en gran estima. ¡En tantas cosas he estado en desacuerdo con él! Pero en ésta, ¡tuvo él tanta razón! Sin embargo, este libro en concreto tenía un nombre que no me atraía, "La saga de los Marx". La combinación de este nombre, que me parecía despectivo, con la fecha de su escritura, me hacían temer que me encontraría con un panfleto oportunista aprovechando la caída del comunismo. ¡A perro flaco todo son pulgas!

Llegó, al fin, el momento en que me decidí a leerlo. Te soy sincero: porque no encontré otro más interesante por casa en ese momento. Y, ¡caramba! sucedió uno de esos momentos mágicos que se nos dan pocas veces en la vida. Me refiero a lo que nos sucede cuando las expectativas que tenemos son muy bajas y, ¡alejop!, la obra que descubrimos las supera con creces.

Estos que he llamado momentos mágicos nos aparecen con libros, películas, teatro... pero también con cualquier otro acontecimiento, puede ser una celebración, una reunión, el conocimiento de una persona hacia la que no sentimos simpatía... no sé, algo a lo que acudimos un poco por compromiso, sin la menor ilusión, pero que luego descubrimos que estamos disfrutando enormemente. En efecto, lo inesperado de la situación tiene mucho que ver con que la felicidad que experimentamos sea mucho mayor que en otras condiciones. Por supuesto que estas situaciones no son frecuentes, y por ello, nos resulta fácil evocar su recuerdo.

Al hilo de esto me viene a la memoria una vez, hace ya muchos años, que tuve que acudir a una obra de teatro con mi entonces novia. Se la había recomendado uno de sus profesores de la facultad. El autor era un perfecto desconocido para mí. Ya acudí al teatro con cara larga, pero... tira més un pèl de figa que una maroma de barco, que decimos por aquí, con nuestro proverbial humor escatológico y nuestra filosofía sanchopancesca (que antes de consultar el diccionario había escrito sanchopancista, y después dudé si no podría ser también la que al fin resultó la correcta, o incluso sanchopancera). Bueno, pues una vez estoy en el teatro...¡madre mía, que sólo somos ocho espectadores! Pues ¡vaya!, la obra fue destacadamente entretenida. No  recordaba su nombre, pero sí me acordaba muy bien del nombre del autor, José Sanchis Sinisterra. Rebuscando en wikipedia he recuperado el título de la obra: Ñaque o de piojos y actores.

Una prevención parecida me sucedía a la hora de comenzar tu libro. Y, en el momento de comenzar...¡uuff!, ese estilo "experimental" e iconoclasta tuyo, sin mayúsculas ni puntos al comenzar las frases, que, aunque ya conocía por "Las virtudes del pájaro solitario", implicaba un esfuerzo extra de comprensión, por lo menos al principio, hasta que te acostumbras.

¡Qué suerte que en muy pocas páginas me dejaste claro que mis prejuicios eran absolutamente erróneos! El esquema de tu libro es original, no sólo por el estilo estético que vengo de mencionar, sino por las famosas acronías y atopías, creo que son esas dos palabras no registradas la que utilizas (¿O ucronías y distopías? No lo voy a comprobar, disculpa si no es así). Me enganchó desde muy pronto la historia y el modo de contarla. Has conseguido realizar una biografía novelada sobre ese personaje histórico excepcional que me resultó muy amena, pero sobre todo muy honesta. Desde el primer momento expresas tu admiración por el personaje, y por su no menos extraordinaria mujer. Aquí se cumplía sin duda ese manido tópico de que detrás de un gran hombre hay siempre una extraordinaria mujer.

Evidentemente en el mundo existen hombres, con sus virtudes y sus defectos, con sus contradicciones e incoherencias, que no dioses perfectos. Todas esas "deficiencias" del personaje son mostradas sin tapujos, pero, a diferencia de sus interesados detractores, no sin piedad, desde la comprensión y el afecto de quien conoce bien el alma humana. Es evidente que te habías empollado bien su biografía.

No sé si has leído su obra cumbre, "El Capital". Yo no. Leí "el Manifiesto Comunista" y no me convenció. Entre otros defectos, el llamado materialismo científico parte con un jándicap, una limitación determinante. Y es que, en política, es más fácil convencer y poner en movimiento a las masas desde la absoluta irracionalidad que desde el convencimiento racional y científico. Pero no voy a entrar ahora a divagar sobre los Paraísos Comunista y Capitalista, pues ello daría para un artículo muy extenso, quizás incluso para un tratado. Tú ya supiste en tu libro poner en contradicción ambos mundos con lúcido humor. ¡Bueno, llamamos humor a lo que en muchos casos no es sino la constatación de una enorme amargura al descifrar el mundo real!

¡No te creas que te hago un cumplido cuando te digo que me gustó mucho tu libro! Al contrario, casi con seguridad, que me guste a mí es una garantía de su fracaso comercial. Hay quien se consuela, cuando no se vanagloria, de que pertenece a una minoría selecta. Con honestidad, no es mi caso. Ni me considero selecto ni me alegra que lo que a mí me gusta sea sólo para minorías. Me gustaría discutir de lo que leo con mis amigos, y con la gente en general. Y me gustaría que el gran público apreciara lo que considero, eso sí, de gusto elevado, y no lo que estimo que resulta zafio o cursi.

La ocasión la pintan calva para que te comente un artículo de tu hermano Luis que publicó El País hace unos días. Aunque me resultó un tanto deslavazado, sin embargo vertía consideraciones con las que estoy completamente de acuerdo. Por ejemplo, que hoy se vende como buena literatura un producto que es evidente que no lo es. ¡Qué te voy a contar que tú no sepas! Dice también que Casablanca es un película sobrevalorada. Es una gran película, con frases y escenas mágicas. Sus defectos que a la vez, paradójicamente, son su gran virtud, derivan de que fuera un film de propaganda.

Juan, disculpa, voy a terminar este artículo con una maldad de las mías. Si de verdad me estuvieras leyendo es posible que lo que voy a contar no te sentara bien. Pero, al igual que tú tratas a tu editor, yo te voy a tratar a ti. Al fin y al cabo, tú no eres mi sustento, al contrario de lo que a ti te sucede con tu editor.

Juan, eres humano. Como lo fue Karl. Y por ello entiendo tu aparente incoherencia. Hace poco, en otro artículo, comenté el sufrimiento que transmitía una artista que había tenido que renunciar, por coherencia, a un premio importante, y a sus 30.000 euros de dotación, que le había ofrecido el ministro Wert. Por ello te doy la razón y no estoy de acuerdo con los que te han criticado por haber a la postre aceptado un premio que, parece ser, habías prometido que de ninguna manera ibas a aceptar. Al fin y al cabo nadie lo iba a merecer como tú.

Schalam alecúm, Juan.