domingo, 1 de marzo de 2015

Sobre libros, música...arte en general. Qué descubrí en 2014 (y 2)

Seguimos el hilo de la entrada anterior y, por tanto, en esta entrada la vamos a tomar con algunas obras clásicas que leí durante 2014.

Las obras de literatura clásicas en su gran mayoría vieron la luz en tiempos pasados y cuando las leemos debemos estar dispuestos a realizar un esfuerzo de traducción. Y es esta razón por lo que los textos antiguos nos resultan más difíciles de digerir. A veces el esfuerzo es importante, pero si la obra es extraordinaria el esfuerzo merece, sin duda, la pena.

La traducción se debe realizar en un doble sentido, el del tiempo y el de la distancia. En efecto, de un lado tenemos que hacer un esfuerzo de comprensión temporal, que no se ciñe tan solo a que el idioma evoluciona y tenemos que adaptarnos a las expresiones y al vocabulario antiguos. Pues también hemos de intentar ponernos en las circunstancias de la época y eso es algo que no siempre se consigue, porque nos faltan las claves para entenderlo. Las notas a pie de página de los expertos pueden ayudarnos.

La dificultad que proviene de la distancia espacial es todavía más complicada de superar, en especial cuando lo que leemos es un texto traducido de otra lengua. Leer a Shakespeare en castellano supone el handicap de no disfrutar de una multitud de juegos de palabras. Por mucho que el traductor te lo subraye en una nota, tú tienes la sensación de que así no tiene la misma gracia. Claro que para poder leer a Shakespeare en inglés y entenderlo hay que dominar muy bien el inglés, o en caso contrario también te vas a perder muchos matices. Pero no sólo hay un problema de traducción, sino que hay otras claves que son intrínsecas al país al que pertenece el autor y que pueden hacer que no captes todas las sutilezas que el autor quiso transmitir.

Al hilo de estos párrafos quiero defender la idea de realizar una edición de El Quijote con el lenguaje actualizado. Parece que es un encargo que la Academia ha encomendado a Arturo Pérez Reverte. Sin duda yo recomiendo a quien tenga disposición de hacer el esfuerzo que lea el texto original, pues es una experiencia riquísima. Cervantes es admirado también por su lenguaje tan bello y preciso. Pero queda justificada la traducción cuando ponemos un ejemplo más drástico, pues no se puede leer el Poema del Mío Cid sin utilizar el lenguaje adaptado. Yo añadiría que ni aún así, esa obra es un tostón, salvo para nacionalistas españoles en busca de las esencias patrias.

El resultado de la adaptación dependerá de la labor, más o menos acertada, de Pérez Reverte, y puede acercar El Quijote a gentes que hoy no se atreven con él. Aunque yo creo que la dificultad de su lectura no proviene de la adaptación del lenguaje, sino de las situaciones. Eso es lo que impide que El Quijote sea un libro atractivo para el gran público de nuestros días. Es curioso, porque en su tiempo fue un libro de gran éxito, y en buena medida porque era una novela de humor. En todo caso, bienvenido sea el intento de la Academia.

Durante 2014 releí Las afinidades electivas, y también las tragedias de Shakespeare. Es curioso, pero esperaba disfrutar con las obras ya conocidas, y me ha ocurrido justo lo contrario. La aludida obra de Goethe y las tragedias que ya conocía de Shakespeare me han impresionado menos de lo que esperaba. No acabo de entender el porqué. Y, curiosamente, y en contra de lo que a priori esperaba, he disfrutado mucho más con las obras que leía por primera vez, es decir, con El Rey Lear, con Otello, El Moro de Venecia, con Romeo y Julieta y con Julio César.

Seguramente nuestra receptividad hacia una producción artística tiene relación con nuestro estado de ánimo. Sucede también que, aunque uno es proclive a volver a disfrutar con lo que le es conocido, nos sucede algunas veces que la obra nos ha colmado ya y por esa causa esta nueva vez nos decepciona. Esta experiencia estoy seguro de compartirla con mis lectores y sucede cuando abusamos de una obra que nos entusiasma. Hay un momento en que nos satura, la magia deja de actuar. Pero no es eso lo que me ha sucedido con las citadas.

Debo rectificar lo que dije en su día sobre Shakespeare, Kurosawa y Kubrick, en un artículo anterior. Y es que a Shakespeare no lo había leído desde hacía muchos años. La idea que me hice de sus tragedias Hamlet y Macbeth (ésta con acento en la e, según he aprendido) se fue distorsionando con el tiempo. Y por eso llegué a afirmar que Kubrick es Shakespeare y que Kurosawa no lo es. Tras releer las tragedias me queda la impresión de que Kurosawa es fiel a Shakespeare. ¿Y Kubrick, entonces? No me toméis por sacrílego si afirmo que el maestro Kubrick perfecciona el mensaje de Shakespeare, y en ese sentido lo supera. Kubrick consigue ser mas shakesperiano que el propio Shakespeare. De la misma forma que se cuenta que Charles Chaplin quedó segundo en un concurso de imitadores de Charlot, en ocasiones los discípulos superan al maestro.

También he releído algunas obras de Juan Goytisolo, concretamente Reivindicación del Conde Don Julián y Las Virtudes del Pájaro Solitario. He de decir que este último libro lo tengo aparcado, sin acabar, se le han adelantado otros. Juan es uno de los mejores escritores en español de los últimos tiempos y, por tanto, merece el Premio Cervantes que le han concedido hace pocos meses.

Leí El Difunto Matías Pascal, de Pirandello. Y he encontrado una historia original e intrigante, con rasgos de genialidad. Me ha gustado, pero confieso que no me ha llegado a entusiasmar.

Este año pasado también ha habido un reencuentro con la poesía. Durante mi juventud la poesía no estaba de moda, era un poco despreciada. He comenzado releyendo a nuestro gran poeta Ausiàs. Un gran desconocido del público. Claro, es que tuvo la desgracia de ser valenciano. Influyó en Garcilaso, quizás no tanto como Petrarca, al que no he leído. Es innegable la inspiración que Ausiàs causó en Garcilaso, si comparamos estos versos:

Plagués a Déu que mon pensar fos mort,
e que passàs ma vida en dorment!
malament viu qui té lo pensament
per enemic, fent-li d'enuigs report;
e com lo vol d'algun plaer servir
li'n pren així com dona ab son infant,
que si verí li demana plorant
ha tan poc seny que no el sap contradir.

con estos otros:

Como la tierna madre que el doliente
hijo le está con lágrimas pidiendo
alguna cosa, de la cual comiendo,
sabe que ha de doblarse el mal que siente,
y aquel piadoso amor no le consiente
que considere el daño que haciendo
lo que le pide hace, va corriendo,
y dobla el mal, y aplaca el accidente,
así a mi enfermo y loco pensamiento,
que en su daño os me pide, yo querría
quitar este mortal mantenimiento.
Mas pídemelo, y llora cada día
tanto, que cuanto quiere le consiento,
olvidando su muerte y aun la mía.

Gracias a Juan Goytisolo también releo a y disfruto con Juan de la Cruz, otro de los grandes de la poesía en castellano.

Y leyendo a los poetas románticos franceses acabo con mi gran descubrimiento: Baudelaire. Un poeta que juega en otra liga, la del Olimpo. Cuando comencé a leerlo vi a los demás poetas como seres humanos. Él no, él es un ser enviado directamente desde el cielo. Con Les Fleurs du Mal la poesía logró su cénit.

Y, junto con Baudelaire, otros dos "descubrimientos" literarios de este finalizado 2014: Tolstoi y Maupassant. No, no me he leído Guerra y Paz, pero ya no me da miedo leerla. He leído tres cuentecitos: La Muerte de Iván Ilich y dos cuentos más que venían en un tomo de una colección de Historia de la Literatura. ¡Cómo consigue Tolstoi ponernos en la piel del primer protagonista, sufrir con él, imaginar lo que siempre está al acecho!

Por último, Maupassant: lo que parecen pequeñas historias intrascendentes se convierten en el Arte de Contar Historias en la pluma de este escritor. ¡Qué descripción de paisajes y de personajes! Él es el Van Gogh de la literatura. Sus historias son cuadros impresionistas, realizados con cuatro trazos maestros. Te metes tanto en esas historias que no aprecias los innumerables fallos de raccord que tienen (y que me descubre el prologuista en una edición comentada).

Un último apunte. Además de las películas y de los libros podemos hablar de música, de pintura y de multitud de manifestaciones artísticas que nos ofrece la vida actual. Hay muchos ejemplos, desde los videoclips de música popular, anuncios de TV, diseños industriales, carteles, portadas de libros, escenografías de óperas....Imposible reseñarlo todo.

Me resulta fascinante, y supongo que no soy el único en esta diversión, navegar por las páginas de YouTube. Sabes dónde comienza el viaje, pero no te imaginas hacia dónde te diriges. Y es que es una aventura misteriosa ir clicando sobre el vídeo que más te atrae de entre los que te sugieren. Con este método he descubierto a varios cantantes y músicos. De entre ellos sobresale, y reconozco que no sabía de su existencia, Aram Khachaturian (en castellano debiera transcribirse Jachaturian, que es como se pronuncia). Su música yo diría que es muy valenciana, acompañaría muy bien a una banda de música en un pasacalles de cualquier fiesta como las Fallas o los Moros y Cristianos. Es colorista, brillante, barroca, luminosa, un cuadro de Sorolla. Tiene piezas inolvidables y muy famosas, como la Danza de los Sables, el Adagio de Gayane (qué gran elección hizo Kubrick con esta pieza), el Adagio de Espartaco. Pero para mí destaca su vals Mascarade, un ritmo que te envuelve, que se introduce en lo más profundo de tu cerebro, hasta excitar tu lado más escondido, tu lado más "R", de reptil.

Y, para terminar, tan sólo quiero añadir un pequeño ejemplo de espectáculo que me entusiasmó: una pequeña joya andaluza que descubrí en una cadena de TV extranjera, ArteTV. Se trató de un espectáculo de danza flamenca que corrió a cargo de Rocío Molina. Movimientos elegantes de sus manos, sus pies y su cuerpo, con una escenografía muy moderna, muy original y muy efectista. Todo un regalo. ¡Bravo, Rocío!