domingo, 25 de febrero de 2018

Un paseo por la orilla con Rafel Chirbes

Dediqué unas líneas a la magnífica novela de Rafael Chirbes "En la orilla" en una reciente entrada del blog, pero merecía bastante más.

Por lo que he leído se le adjudica a esta novela que haya conseguido retratar como ninguna otra la crisis económica que ha golpeado España a partir de 2008. Pienso que esas críticas se quedan muy cortas, porque la novela de Chirbes va mucho más allá de ese encasillamiento. "En la orilla" es una novela polifacética, pero si yo tuviera que elegir alguna definición simple de ella diría que es la recreación más fiel que jamás haya yo visto de la desesperanza. Tan convencido estoy de ello que me atrevo a compararla con "Los sufrimientos del joven Werther", la imperecedera creación de Goethe.

Se dice que se compara lo que es diferente. Y es que el Werther de Goethe es una obra excelsa, que también aborda la desesperanza. En ella vamos siguiendo el descenso del joven Werther a los infiernos, su caída en la desesperación que se trasluce a través de las cartas a su amor no correspondido. Pero en la obra de Goethe se nos muestra la desesperación desde fuera, la sufre el protagonista, pero no el lector. Goethe hace un canto al amor romántico, sin medida. Llegar a cometer suicidio sería alcanzar el súmmum del amor.

Chirbes nos sumerge en los entresijos de la desesperanza. Acabamos atrapados en la tela de araña de esa agonía, de la que nos es difícil desprendernos. Chirbes describe la desesperanza como la inutilidad de lo conseguido en nuestra trayectoria vital. Esteban ha desperdiciado su pasado, algo que puede ser real o puede ser una excusa y, observa el presente, sin amor, sin trayectoria profesional, y no atisba ninguna luz. En el fondo la novela es un grito de advertencia del escritor hacia el lector: Repasad vuestra vida y ponedle remedio si no estáis satisfechos con ella, pues algún día podréis llegar a daros cuenta que ya no es posible corregir el rumbo y os encontraréis con vosotros mismos en esa misma desnudez con la que se observa Esteban. Todo ha sido un "dejar pasar", un "dejarse llevar" por la inercia, por la corriente, para llegar a la absoluta anulación; a la constatación de que hemos desperdiciado nuestra existencia.

He leído varias críticas a esta novela y en algunas se traslucía esa pesadumbre por el excesivo pesimismo de Chirbes. No me atrevo a decir si Chirbes era pesimista o no. Pero es que no se trata de eso, sino de que Chirbes nos muestra cómo ve el mundo un desesperanzado. Y, si reflexionamos, no puede verlo de otro modo. Por ello ha tomado la decisión que subyace perenne en todo el transcurso de la novela. No puede haber ninguna luz de esperanza, no sería coherente.

En todo caso hay un pesimismo que impregna la obra más allá de Esteban. Pero yo no lo veo como un pesimismo vital de Chirbes respecto del ser humano. Hay un dato crucial para comprender el porqué de ese pesimismo: Chirbes era marxista. Chirbes no concibe el mundo neoliberal en el que nos movemos sino como una grave equivocación de la Humanidad como conjunto, bien que para sus privilegiados impulsores signifique el Paraíso Terrenal. Que no podemos esperar, de no variar el itinerario, sino más motivos para la desesperanza. Tampoco es preciso ser marxista para coincidir con Chirbes en eso. Fijémonos que en "En la orilla" sólo hay dos o tres asuntos  en los que el autor deja traslucir un cierto optimismo apasionado.

El primer motivo de esperanza sería el amor desinteresado. Pero hasta ese amor por la cuidadora colombiana se muestra como impuro. Manchado por los instintos y los egoísmos. Esteban se da cuenta de que su amor desinteresado no es ajeno al impulso sexual. No existe el alma pura. El alma, está muy imbricada en el cuerpo. El alma tiene reacciones químicas y los sentimientos se manifiestan como consecuencia de las secreciones de hormonas. Si alguna vez la muchacha sintió algún tipo de correspondencia, de reconocimiento, desapareció cuando el instinto de supervivencia le dijo a ella que ya no puede esperar nada de Esteban, que todo lo que podía entregarle se ha agotado. En ese momento, la rabia que siente por lo que ella también sospecha que es el fin de su relativa estabilidad, se vuelve contra su antiguo benefactor. ¡Qué terrible pasaje cuando Chirbes nos muestra con gran crudeza que ese amor también se derrumba!

El segundo motivo de esperanza del libro proviene de la naturaleza. De ese amor del escritor por su tierra valenciana que se exuda a lo largo de todo su libro. Por sus mañanas luminosas, por sus horizontes marinos, por la variedad de sus recursos naturales y el gusto por el buen vivir. Chirbes, un escritor tan universal, tan trotamundos y cosmopolita, tan poco amigo de los nacionalismos, no puede ocultar su patriotismo. Pero también en este aspecto no hace más que lamentarse por la destrucción de esos paisajes, que han sido casi inmutables a lo largo de la Historia, pero que ahora están en peligro a cuenta de la especulación urbanística.

Hay un tercer motivo para la esperanza, y es el que se muestra más recio de todos. Es la fuerza de la cooperación, la solidaridad humana. Aquello que consigue que el conjunto armónico de varios seres humanos sea mucho más que la suma de sus partes. Apenas aparece en el libro en un pasaje, pues el egoísmo y sus funestas consecuencias impregna todo el resto de la obra. El resultado de la cooperación humana, una virtud ancestral que el neoliberalismo no ha podido destruir del todo, se describe con maestría cuando nos analiza el milagro que subyace en la gestación de un objeto simple y común como es una silla. Desde el leñador que tala el árbol, pasando por quien lo transporta a la serrería, hasta llegar al pequeño milagro cotidiano que es el producto acabado.¡Qué grandes triunfos se logran con la cooperación! ¡Qué contraste con el mundo del egoísmo, del latrocinio, de la corrupción y de la insolidaridad!

La novela "En la orilla" es una obra maestra. Es, probablemente, lo mejor que se ha escrito en lo que llevamos de siglo XXI. Y como todas las obras maestras se debe leer despacio. Para no perderse los detalles, de los que está llena. Comprobaremos su dominio del léxico y quedaremos admirados sus sabias sentencias. Además, no se puede leer deprisa porque no es un libro fácil de leer. Por eso va a permanecer como libro para minorías. No porque sólo sea asequible para estas minorías cultivadas, sino porque en este Siglo XXI, a pesar de la escolarización universal, tan sólo esa exigua minoría se toma la molestia de esforzarse por entender las lecturas densas y complicadas. Por ello sólo esas minorías están capacitadas para sentir ese placer, que puede ser mayor que el mejor y más prolongado de los orgasmos, que consiste en disfrutar de las mejores obras de arte creadas por el genio humano. La mayoría restante permanece inculta, para mayor gloria y provecho de la clase dominante.