viernes, 24 de abril de 2015

La izquierda y el discurso económico

En las encuestas realizadas en España hay una constante que se repite siempre que se ha preguntado y es que la derecha gestiona la economía mejor que la izquierda. Todos hemos oído esa cantilena (siempre había oído cantinela, pero el DRAE prefiere cantilena) de que "la mejor política social es la creación de riqueza", la creación de puestos de trabajo.

Esa idea forma parte del imaginario colectivo, hasta haber devenido en una creencia, es decir, un principio difícil de rebatir. Nos la han colado, para gran regocijo de nuestros amables opresores. Y digo amables con toda la intención, pues ahora, salvo honrosas excepciones, por la honra de los que lo sufren, no precisan del uso de la fuerza bruta que usaron en otros tiempos. Aprendieron la lección y ahora usan las armas silenciosas para guerras tranquilas (Noam Chomsky) a las que ya nos hemos referido en alguna otra ocasión.

Y es el mensaje que intenta colar Rajoy, con la ayuda de toda la artillería y la aviación mediática a su alcance, esto es, todos los medios que controlan, sean "de derechas" o de izquierdas". Ahí las distinciones son de matiz. Los de izquierdas matizan los datos positivos, pero sin negar que vamos muy bien: el paro baja, el PIB crece, somos la envidia del mundo mundial.

Unamos a ello que los economistas de izquierdas están prácticamente vetados en esos medios, y que los programas económicos de los partidos de izquierdas son ridiculizados, y el panorama de este campo de batalla es el de haberles cedido por completo ese territorio. Y, estoy convencido, es ése precisamente el campo de batalla en el que la izquierda pierde la madre de todas las batallas de su credibilidad. Se vende la idea de la izquierda como despilfarradora, frente a una derecha sensata, que crea empleo y que hace crecer la economía y baja los impuestos.

Hay que dar la vuelta a esa situación. No puede ser que en los programas de debate no haya expertos en economía por el lado de la izquierda. ¡Caramba, que Eduardo Garzón es economista, y sabe del tema, aprovechémoslo! Pero también deberían poder defenderse otros líderes, aunque no sean especialistas. Y, ya de pasada, no hay nada que debilite tanto como el fuego amigo. Es decir, Podemos no debería criticar a las CUP, ni Izquierda Unida a Podemos o a Compromís. Este es un juego donde sólo gana el enemigo, la derecha, aunque algún grupo concreto obtenga alguna ventaja transitoria.

Durante la burbuja inmobiliaria las pocas voces críticas eran de izquierdas. Los que hablaban del derroche del AVE, de los excesos de ladrillo en las inversiones públicas eran los partidos de izquierda, pero el éxito será de Ciudadanos que lo plantea como si fuera un argumento nuevo. ¡Los mensajes más importantes de temas económicos deben llegar con nitidez a todo el electorado!

En la actualidad estamos viviendo un período de relativa paz económica que está sirviendo para que la derecha saque pecho. Hay que denunciar esta falacia. La (relativa) placidez económica es general en los países del sur de Europa. Se extiende también a los países nordeuropeos y a los EE.UU.

No hay quien se atreva a pronosticar qué va a pasar con posterioridad, pero es más que evidente que la situación actual corre el riesgo de finalizar en una catástrofe económica, aunque Paul Krugman diga que no, que esto ya lo había predicho la teoría económica de hace un siglo. Yo no soy un experto, pero me llaman mucho la atención algunos hechos extraños:

  • La inversión de los tipos de interés: No es lógico que existan tipos de interés negativos. Hoy los hay: por prestar dinero al Estado hay que pagar, es el mundo al revés.
  • Los índices de las bolsas: están en valores prácticamente precrisis, cuando la economía real dista mucho de haber recuperado esos niveles. Parece que una de las causas es que las grandes empresas cotizadas están comprando sus propias acciones. A mí me suena que esto ha estado prohibido en épocas pasadas (en general épocas donde imperó una mayor sensatez).
  • La bola de nieve de la deuda continúa subiendo. No sólo la deuda pública, sino también las privadas, los productos derivados, y tantos cambalaches que existen actualmente. 
  • En cuanto a la deuda pública española yo ya no me fijaría sólo en los pasivos incluidos en el protocolo de déficit excesivo, PDE, (donde prácticamente hemos alcanzado el 100% del PIB), sino en la deuda total, que va para el 150% del PIB. Siempre ha habido una cierta diferencia entre ambos conceptos, pero las diferencias se han disparado en los últimos tiempos. Yo no he podido averiguar la causa, pero me huelo que la deuda total acabe pasando a ser deuda PDE. Por ejemplo si España presta a Grecia, yo creo que ese valor no entra en deuda-PDE, porque esa deuda no proviene de un déficit, pero si Grecia hace una quita porque no puede pagarla, entonces esa quita pasaría a PDE. Es muy posible que estemos en una situación bastante peor de lo que parece.
  • La capacidad de compra de los trabajadores no se incrementa cuanto apenas (ni se incrementa la recaudación por cotizaciones sociales) a pesar de unos datos de descenso de paro estratosféricos. 

Yo soy de los pesimistas. Las leyes económicas racionales se pueden esquivar durante un tiempo limitado, pero acaban cumpliéndose. Hay que desvelar los engaños, la gente no puede quedarse con la idea de que, aunque roben, estos son los mejores gestores. Esa es una batalla más importante de lo que le parece a los líderes de izquierdas. Por tanto, hay que prevenir ese riesgo y anunciarlo, de manera que cuando llegue podamos apuntarnos el tanto de "ya lo habíamos advertido".

Un par de apuntes últimos. ¿Es la existencia del paro una consecuencia inevitable del sistema capitalista? ¿En un régimen no capitalista se puede evitar? ¿Y cuál fue la causa (o las causas) por la que las economías comunistas se estrellaron? La respuesta seria y rigurosa a estas cuestiones puede darnos una pista de cuál es el sistema económico al que tenemos que ir. No tiene por qué ser ni el capitalista ni el comunista, ni siquiera el híbrido socialdemócrata.

domingo, 5 de abril de 2015

Cultura, sociedad, política.

La verdad es que yo mismo me sorprendo al constatar que en mis últimos artículos de este blog he cambiado la temática política o económica por la cultural. No es que me hayan dejado de interesar estos dos asuntos, ni mucho menos, y veréis que este artículo, que en principio tenía pensado que sería una recopilación de críticas de películas, libros, etc, pues ha acabado deviniendo una soflama, un manifiesto político. En todo caso quiero que mis recomendaciones y mis no-recomendaciones culturales tengan cada vez mayor cabida en este blog, Amurado a babor.

Tengamos presente que la cultura está muy relacionada con la política. No es una casualidad que la industria cultural esté muy mimada en los EE.UU. Y saben lo que se hacen. No se preocupan demasiado de los libros o de la ópera, pero sí del cine, las series de TV y de la música. Ya en sí estos productos culturales, o pseudo-culturales, que suelen presentar una excelente factura técnica, constituyen un buen negocio cuando se aderezan con una potentísima campaña de promoción. Pero además contribuyen muy eficazmente a modelar las mentes de un enorme número de ciudadanos a lo ancho del mundo. Y no sólo de ciudadanos, pues tampoco se debe a la casualidad que su industria cultural se centre especialmente en los niños y los adolescentes.

Siempre ha habido productos pseudo-culturales para las grandes masas. No hay más que recordar por qué surgió El Quijote. Pero, salvo excepciones, las grandes creaciones antiguas tuvieron un gran éxito popular, desde el propio Quijote, pasando por Shakespeare, Rossini o Mozart, por citar unos ejemplos de tiempos lejanos. Pero también Chaplin, Kubrick, y tantos otros, son ejemplos más recientes de cine de calidad, de mensaje y al tiempo, de masas. ¿No es cierto que esto ha cambiado en la actualidad? Continúa habiendo, sin duda, muy buenas películas que llegan a las masas, pero...¿no es cierto que los valores que promociona la industria tienen poco compromiso con la mejora de la sociedad? La inmensa mayoría de las películas de la industria norteamericana son de evasión. Si tocan temas políticos, o son del pasado (¡joder!, ya estoy harto de ver pelis de nazis y judíos) o son tangenciales (sin cuestionar seriamente el sistema), o el sistema que cuestionan es el de Irán o el de Rusia. Si buscan la igualdad, es la igualdad de sexos o, como mucho, la de razas. No negando la importancia de estos temas, mucho me temo que muy a menudo se usan como "excusa" para esconder la desigualdad que hoy en día es más sangrante, la económica.

He leído, e imagino que vosotros, mis lectores, también, algún artículo o escuchado alguna entrevista de las gentes del cine y la cultura españoles quejándose del maltrato que les da este Gobierno (confirmada la g mayúscula en el DRAE). Pero a mí me llama la atención un hecho que no me parece casual y que nadie ha resaltado, que yo sepa: junto al ahogo que se está provocando a la industria (o más bien a la artesanía) cultural española tradicional, cada vez adquiere más importancia la producción de cine, series y entretenimiento por parte de las grandes cadenas de TV, es decir, de Mediaset y de Atresmedia. Comparemos las películas que nos proponen estos medios con las que produjo Elías Querejeta (¡cuánto estamos en deuda con él!) e incluso con TVE y Canal+. Mal asunto.

Para daros una idea del desparpajo que ha adquirido la censura en la España de hoy os propongo el ejemplo siguiente: Hace unos pocos días mis hijos me pusieron un vídeo de un grupo de rock de Vallecas que se llama Ska-P. Este grupo es bastante conocido en varios países de Europa y en Latinoamérica. Podéis consultar su página de wikipedia en varios idiomas y veréis que ya tienen 20 años de éxitos a sus espaldas. Actuaron en Alemania, en el Southside Festival en 2013, con una afluencia de 60.000 personas (datos de Wikipedia, en alemán). La actuación se puede ver en YouTube. Según mis hijos, son más conocidos en Francia que en España. Su canción Legalización tiene más de 20 millones de visitas en YouTube.

Muy bien, pues yo jamás había oído hablar de ese grupo. Ni una canción suya en le tele, o en la radio, ni una entrevista, ni una mención en los periódicos. Podríais alegar que, por mi edad, no me entero demasiado de lo que se cuece entre la juventud, pero no. Por ejemplo, cuando voy con mi hija en el coche me sintoniza emisoras de música para jóvenes. Me conozco muy bien a Rihanna, a Taylor Swift y compañía, pero jamás he oído hablar de Ska-P. Como tampoco, si no fuera por mis hijos, habría oído hablar de La Gossa Sorda, de Txarango, o de cualquier grupo que cante en catalán. Ni siquiera en esos medios se puede escuchar a Shakira cantando una canción en catalán (Boig per tu). No, no es casualidad. Y lo que es peor, se parece a lo que sucedía en otra época de infausto recuerdo. El mismo día, o casi, que Mediaset enseña sus garras censoras apartando a Jesús Cintora de un programa de gran audiencia relativa conceden una entrevista a Willy Toledo, eso sí, a hora bastante tardía, que tampoco es cuestión de ponerlo en prime-time. La censura ahora no es bastorra, como en aquellos tiempos, no. Es muy sofisticada, pero mucho más efectiva.

Incluso en los últimos años del Régimen de Franco y en los primeros años del actual régimen (ya me da reparo llamarle a esto "Democracia"), la televisión contenía entretenimiento, y también mucha caspa y panem et circenses (partido del R. Madrid televisado el 1º de Mayo), pero había propuestas culturales muy interesantes. La indecencia de programas de embrutecimiento que padecemos hoy en día ere simplemente inimaginable. Los telediarios estaban manipulados, no es ninguna novedad, pero las noticias eran noticias. Los que querían mierda, que también la había, aunque no olía tan mal como la de ahora, tenían los periódicos especializados, como El Caso (sucesos truculentos), el Hola (crónica rosa, eso sí, con educación) o Marca (pseudo-deporte). Me da repugnancia comparar y que salga favorecida la Dictadura en muchos aspectos respecto del Régimen que ahora padecemos. En otras cosas (y muy importantes) todavía estamos mejor, pero ni mucho menos descartemos que los tiempos vuelvan a ser comparables en todos los aspectos. Llevamos esa dirección y vamos acelerando.

Fomentar el sentido crítico mediante la promoción de una cultura independiente de los poderes políticos y económicos es muy peligroso para la continuidad del actual sistema. Nos parecemos cada vez más a la pesadilla orwelliana. La cultura no es sólo el placer más elevado que el ser humano puede disfrutar, hoy también constituye un acto de rebeldía.