sábado, 12 de septiembre de 2020

Bárbara Blasco y Elizabeth Duval. Y, mientras tanto, Proust a sorbitos.

 

Bárbara y Elizabeth son dos escritoras todavía poco conocidas. Yo no sigo las recomendaciones de lectura de los diarios  y posiblemente sea una decisión errónea por mi parte. Por ello en este artículo comentaré cómo me entraron las ganas de leer obras de estas dos escritoras.

 

En el caso de Elizabeth, la curiosidad me vino por una entrevista de Juan Carlos Monedero a la joven escritora. Me llamó la atención la cultura, la madurez y el aplomo con el que se expresaba una “mocosa” de apenas 18 años. Así que me decidí a comprar y leer su libro “Reina”. Es teóricamente una novela con tintes autobiográficos. “Autoficción” le llama (y le llaman). Podríamos decir que se trata del “realismo mágico” aplicado a un episodio autobiográfico. Se trata de una novela que mantiene su interés por el desarrollo de la historia. Se lee con facilidad, pues la autora sabe mantener el ritmo y la credibilidad de las situaciones. Los peros provendrían de una cierta pedantería que se trasluce en ocasiones, pero, incluso eso que no deja de ser un defecto, se suministra a dosis que casi pasa desapercibido. La tesis de su desenlace también me parece un poco pasada de vueltas y su inserción un tanto forzada, se desvía un poco de lo que sería el “proceso natural” de la novela, como intentando darle una trascendencia, una profundidad intelectual mayor de la que se podía traslucir de los capítulos precedentes.

 

En conclusión, me ha gustado “ma non troppo”, pero creo que Elizabeth tiene un buen sentido de lo que puede interesar a un lector, digamos que de un cierto "nivel", en el sentido de que busca algo más que literatura "de evasión". A su corta edad ya es alguien que ha sabido hacerse un hueco, y no solo en la literatura. Tengo la esperanza de que va a mejorar a medida que adquiera experiencia.

 

Mi flechazo con Bárbara Blasco surgió tras la lectura de un artículo suyo en la “Guía Hedonista” del diario digital “Valencia Plaza”. No recuerdo cuál fue, pues hace ya de ello bastante, quizás un par de años, pero imagino que fue el primero suyo que leí, porque todos, absolutamente todos los que he leído desde entonces me han encantado. Y me los he leído todos, que no se prodiga mucho. Tan fuerte fue mi impresión en ese primer encuentro virtual con ella que pinché sobre su nombre y todavía aluciné más con su original y sorprendente carta de presentación. Compartí mi descubrimiento escribiendo un comentario en una de las columnas de Aroa Moreno en el diario InfoLibre, el cual he buscado y no lo he encontrado. Por eso pienso que es muy antiguo. Fue un comentario sin relación con la columna de Aroa, porque no sabía dónde dejarlo escrito.

 

Este verano me decidí a comprar una de sus novelas y, así, pedí a mi librera que me consiguiera una de ellas. Imagino que hoy en día muchas de las editoriales pasan del canal de las librerías, porque a la librera le costó conseguirme el libro. Por fin tuve en mis manos “La memoria del alambre” y lo leí.

 

La sensación que me deja es como si hubiera acudido a una sauna sueca. Mucha agua y mucho vapor a temperaturas elevadas, pero combinadas con la sensación posterior del agua helada. No puedo sino disfrutar con la lectura de la novela, con sus frases profundas con aroma a escritora excepcional. Pero eso se conjuga con una historia con una morbosidad exagerada y situaciones muy chirriantes, como si no pudiera escapar de ello por exigencias de la editorial. O es eso, o es que piensa que ya tiene años y ya debería ser conocida, por lo que busca el éxito de manera un poco desesperada, a tontas y a locas. Mi conclusión es que se trata de un mal libro de una excelente escritora. Pero los grandes creadores siempre son recomendables, pues incluso en sus obras más fallidas nos tropezamos con los gratificantes destellos de su genio.

 

La historia de Bárbara Blasco acaba de dar un inesperado giro mientras escribía estas líneas. He buscado alguna reseña suya en internet para buscar su edad, que me confirmara la hipótesis de su desesperación por buscar el éxito, y me he dado de bruces con una reciente noticia, de hace apenas 10 días. Bárbara Blasco acaba de ganar el premio Tusquets por su nueva novela. Es el final feliz para quien merecía ese reconocimiento. Y el comienzo feliz de una brillante carrera, donde espero que las tramas de sus novelas las escriba con menos ansiedad. Enhorabuena.

 

Por cierto, nació en 1972.

 

Las novelas comentadas, de Bárbara y de Elizabeth las he leído mientras me tomo un descanso de la lectura del segundo tomo de la gran obra de Proust. Pero esta obra merece un artículo independiente. Lo haré cuando termine su lectura. O cuando desiste de acabarla.

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