jueves, 19 de septiembre de 2013

Al rey Guillermo Alejandro de los Países Bajos

Majestad:

Acabo de leer un artículo en el diario El País relativo al discurso que Su Alteza pronunció recientemente con motivo de la apertura oficial del curso parlamentario. Entiendo que, muy probablemente no lo ha escrito Vuestra Alteza, sino el Gobierno de Vuestra Majestad. El diario remarca que es un gobierno "de centroizquierda". De todas maneras no parece que haya tenido Su Alteza ninguna objeción en leerlo, a pesar de su impopularidad.

He de reconocerle que, a pesar de que ya debería estar acostumbrado a ese tipo de discursos, me ha afectado bastante la noticia. Tengo la sensación de que mi carácter es parecido al del escritor austriaco Stephan Zweig, quien no acabó de acostumbrarse a los horrores de la II Guerra Mundial. Tan fue así que acabó suicidándose junto a su esposa, y eso que vivía, parece que sano y salvo, en un país neutral. Espero que yo no llegue a tal extremo, como espero que la degradación de la sociedad occidental no retroceda a los niveles de esa época. Aún estamos a tiempo.

Quiero contestar a su discurso de igual forma que un piloto de la fuerza aérea británica contestó a una encuesta que le hicieron sus jefes. Esto sucedió hace no muchos años. En esa encuesta, en una de las cuestiones se preguntaba a los pilotos si estarían dispuestos a ofrecer su vida por su patria. El susodicho piloto contestó más o menos así: "Lo haría, pero sólo después de verle a usted, señor, hacerlo".

Dice Vuestra Majestad que el Estado del Bienestar ya no es sostenible en el Siglo XXI. Estoy de acuerdo con Usted en que el Estado de Bienestar tenga que reformularse, pero no creo que vaya en la dirección que ustedes, los que nos dirigen, quieren. Habrá que volver a analizar desde el origen el sistema impositivo y las prestaciones sociales que se ofrecen. Incluyo en esas "prestaciones sociales" lo que el economista norteamericano Joseph Stiglitz denomina "el estado de bienestar de las empresas". 

Hay que reordenar las prioridades. En estos tiempos, si somos una sociedad verdaderamente solidaria, y no estamos donde impera la ley de la selva (para qué, entonces, querríamos una sociedad), habrá que atender primero a los más necesitados, a costa de los que más tienen. El re-equilibrio económico debe ser hoy la primera prioridad en los países occidentales, pues supone la gran injusticia entre los seres humanos, muy por encima de cualquier otra causa, aunque estas sean también merecedoras de atención. El PIB y la riqueza de su país, todavía en mayor medida que en el mío, dan para que todos vivan muy bien, sin necesidad de llegar al reparto igualitario total que preconiza el comunismo.

Es curioso este comienzo de Siglo XXI, Majestad. Mucho antes de que se me dijera que el Estado del Bienestar es ya una antigualla, hubiera pensado que iban a desaparecer otras "tradiciones". Por ejemplo, que yo le tenga que tratar de Majestad o Vuestra Alteza, no sé, que no estoy muy fuerte en tratamientos. Más bien pensaba que de lo que podríamos haber prescindido es. entre otras cosas, de las monarquías, donde alguien es "elegido" por la G. de Dios, que decimos por aquí, como nos recordaban las monedas hace unas décadas. ¡Caramba, qué viejos aquellos tiempos cuando los ideales de la Revolución Francesa me parecían un adelanto de la Humanidad! Liberté, egalité, fraternité...antiguallas.

Pero no. Aquí las fiestas de los toros son un bien de interés cultural, dignas de protección. Como nuestro ilustre toro alanceado cada año. ¡Viva la Ilustración! Ya puestos propongo recuperar esos festejos de tanta tradición como era esa noble lucha entre el león y el cristiano. Ahí sí que estaban frente a frente de igual a igual.

O quizás podemos volver a celebrar esos torneos de justas que se celebraban entre los Caballeros, montados en su corcel, con la lanza en ristre. Todo se andará, que los caballeros medievales los hemos recuperado ya en este comienzo de siglo, aunque prefieren un juego ridículo con una pelotita y un bastón. Es un juego de escasa tradición aquí, no obstante es más tradicional en la isla de los juegos ridículos, de donde procede.

¡Ah, los Caballeros, los nuevos Señores feudales, hay que protegerlos, como a los toros! Es más tradicional llamarlos así, Caballeros, aunque no monten a caballo, mejor que llamarlos caciques; esta última palabra proviene de una cultura diferente, inferior. Pero, Alteza, permítame un consejo: permanezca alerta; recuerde que en la Edad Media eran a menudo más poderosos que Vuestra Majestad. En cualquier momento le pueden mover el trono. A pesar de que sea asiduo a las reuniones de Bildeberg, cuestión que desconozco.

Viva usted muchos años, pero vean mis ojos el día en el que sus compatriotas puedan dirigirse a usted como a un ciudadano más.


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