Desde hace ya un tiempo he ido
leyendo en los medios de izquierda opiniones muy frecuentes que cuestionan la
transición española desde el franquismo a la democracia. Con el fallecimiento
reciente del que fue presidente del gobierno, Adolfo Suárez, también se ha cuestionado
su papel. Y el programa de Jordi Évole y el reciente libro de Pilar Urbano
suponen también el revisionismo de lo que fue el Golpe de Estado del 23-F.
Yo era muy joven por esos años.
Y, he de decirlo, bastante ingenuo. Quiero decir que no concebía la estrategia política
como un juego de poder, sino como una confrontación noble de ideas donde sólo
se buscaba el servicio al país. Al menos así ocurría como regla general, según yo creía. Mis ideas
políticas me situaban claramente en la izquierda moderada, aunque nunca pasé de
la simpatía a la militancia. Sin embargo, mi ambiente de amistades
y conocidos era claramente de derechas (e incluso de la extrema derecha). He
hecho estas precisiones para señalar que mi postura frente a la transición
era comprometida (es decir, estaba informado). Y, a la vez que un tanto ilusa,
era ilusionada.
Dicho lo anterior, hay
experiencias que las tengo muy nítidas y por ello no se me puede engañar con
ellas. Con esto no afirmo que la crítica actual se haga necesariamente desde la
mala fe. Pero sí que voy a dejar constancia de mi discrepancia con algunas de las ideas que se quieren transmitir desde algunos medios de izquierdas.
LA LEY DE AMNISTÍA
Es frecuente hoy
en día hablar de la Ley de Amnistía como un impedimento para que se juzguen los
crímenes del franquismo. Parece que dicha ley hubiera sido una imposición del
antiguo régimen como condición para aceptar la transición. Me temo que eso no
es cierto, pues la Ley de Amnistía se reclamó en la calle por los partidos de la
Oposición Democrática.
En aquella época estaban
aglutinados en la Plataforma y la Junta, y después en la
"Platajunta". La oposición abarcaba desde la Derecha Democristiana
hasta bastante más a la izquierda del Partido Comunista. Recordemos al PSAN (en
Valencia y Cataluña,) con sus senyeras esteladas,
a la ORT, al PCEr, y tantos otros. Y a los personajes curiosos de las primeras
elecciones como a Mossén Xirinachs, a Camilo José Cela, a Senillosa.
La diversidad de medios de
comunicación, de siglas y de personajes políticos, dio a esos años una
sensación de pluralidad como no la ha habido nunca después.
Recuerdo perfectamente el lema de
la primer gran manifestación de Valencia de aquellos años: "Llibertat,
Amnistia i Estatut de Autonomia". Y había otro lema informal que la
multitud repetía cuando atravesaba la, entonces, Plaza del Caudillo: "Volem que
baixen al burro del cavall", en alusión a la estatua que la presidía.
El Gobierno concedió una primera
amnistía a los presos que no tuvieran las manos manchadas de sangre. Los gritos
de la oposición se tornaron en: "Amnistía total". Y no se tardó en
promulgar una segunda amnistía que abarcó también a los delitos de sangre. No
recuerdo a ningún partido de izquierdas que se opusiera a ella.
EL GOLPE DE ESTADO DEL 23-F.
El programa de Jordi Évole, más
alguna información previa, creo que a partir del Wikileaks y algún político o
diplomático alemán, y sobre todo, el libro de Pilar Urbano, han traído a
colación las sombras sobre el 23-F. Se insinúa que el Rey estuvo detrás del
mismo, e incluso que lo estuvo el PSOE, con Felipe González a la cabeza.
Siempre hubo dudas sobre aquél golpe
de estado, pero las que apuntaban a la implicación del Rey no venían,
precisamente, desde la izquierda. Venían de los sectores de ultraderecha. Las
dudas de los sectores de izquierda se referían a la "trama civil". El
golpe necesitaba de un apoyo logístico que no quedó, ni mucho menos, aclarado.
Es cierto que el general Armada
era muy amigo del Rey, pero de ahí no se colige que no le pudiera traicionar.
Parece también cierto que Armada tuvo una reunión con el dirigente socialista
Enrique Múgica y pudiera ser que se estuviera analizando la posibilidad de un
gobierno de concentración. Esta opción, con una moción de censura previa, para destituir al antiguo Gobierno y con una aprobación parlamentaria, nos podría gustar o no, pero no es un Golpe de Estado. Cabe la opción de que, frustrada la posibilidad de
ese gobierno de concentración, con Armada al frente, éste aprovechara la
sublevación de Tejero y Milans para sumarse a él, para imponer esa solución. Esta teoría tiene una pega,
y es que resulta un tanto enrevesada, pero tampoco es increíble. Más o menos es lo que
parece desprenderse de este artículo, aparecido
en El Plural. Un periodista muy denostado, el Sr Cebrián, ha escrito también un artículo en El País. Su problema es que,
aunque en este caso puede llevar razón, su credibilidad, hoy en día, está por
los suelos.
Desde luego Pilar Urbano no es
una persona de fiar para mí. Y lo más decepcionante es que me hace dudar de
Jordi Évole. En el caso de Pilar Urbano porque, si sabía, no me parece correcto
que sea ahora cuando lo diga. Huele a kilómetros a campaña publicitaria. El
problema es que la editorial que lanza el libro tiene el mismo dueño que el que
le paga a Évole. No lo voy a tachar de mi lista de periodistas favoritos,
porque es cierto que, incluso en ese programa, dejó su "mensaje",
pero no es la primera vez que me deja un sabor agridulce. En todo caso, es que
en La Sexta de J.M. Lara no se puede llegar mucho más lejos. Igual pasa con el
programa de Wyoming, mucho más light que cualquier artículo o soflama que haga
fuera de órbita de La Sexta.
Ser republicano es una actitud
muy loable. Pero en pro de la llegada de la III República no todo vale.
LAS LIMITACIONES DE LA TRANSICIÓN
Y LA CRISIS POLÍTICA ACTUAL.
Otra cantinela que se está
esgrimiendo ahora es que las limitaciones de la transición han provocado la crisis
política actual. Que la solución tenía que haber sido la "ruptura"
(el desmantelamiento total del régimen franquista), en vez de la
"reforma", que es lo que se hizo.
No parece. que la "ruptura" hubiera sido posible en esa época. Si ya la
reforma acabó con varios intentos de golpes de estado, no sé dónde hubiéramos
acabado depurando a los jueces, militares y altos funcionarios del Estado. Por
desgracia, a este caso le aplica muy bien el refrán de "más vale pájaro en
mano..", en especial si los pájaros que vuelan tienen muy pocas
posibilidades de acabar en la cazuela.
Dicho lo anterior, la reforma,
que sin duda significó limitaciones y renuncias para los
"demócratas", fue lo suficientemente profunda como para crear un régimen
con suficientes garantías. Y la Constitución actual posee limitaciones, pero no
es preciso redactar una nueva, bastaría con reformar lo que necesita
reformarse. Y por muy buenas leyes que tengamos, sin buenas actitudes de los dirigentes, y de la sociedad en general, no hay nada que hacer.
La crisis política actual tiene
más que ver con la evolución del mundo occidental, y en mucha mayor
medida, que en los defectos de un sistema que comenzó hace más de 35 años y que
tuvo, sin dudar, un notable éxito inicial. Sí que puedo admitir que, por ser
nuestra cultura democrática más débil que en otros países de nuestro entorno, la
descomposición de la democracia es en España más intensa que en esos otros países.
Y otro dato: en aquél tiempo, la
mayoría de los partidos políticos y de sus representantes aceptaron el sistema.
Aunque la ruptura se exigió en un principio, fue aprobada en referéndum y esas
voces se fueron apagando.
EL PAPEL DE ADOLFO SUÁREZ:
Coincido con los líderes de
opinión de izquierdas en que los verdaderos héroes de la transición fueron los
antifranquistas que se jugaron el pellejo durante tantos años de lucha
contra la dictadura. Pero tampoco seamos ingenuos. La transición fue posible
porque el régimen franquista era un apestado en el resto del mundo occidental,
bien que bajo cuerda se le apoyara por intereses geoestratégicos. No olvidemos que
en el mundo de la Guerra Fría era una pieza codiciada en el tablero de
ajedrez del globo. Y que no era fácil, tras la apertura progresiva al resto de Europa,
que los españoles pudieran apoyar masivamente un régimen dictatorial odiado por
el resto de Europa. Si podía realizarse la transición a un régimen democrático
las posibilidades de una Revolución descontrolada que lo llevara al bando
enemigo (la órbita de la URSS) se reducían. Pero la revolución habría costado sangre: Franco murió en la cama.
El Rey lo sabía, y sabía que
el éxito de la consolidación de la monarquía equivalía al éxito de la transición.
Ya no sería el "rey heredero", para pasar a ser el artífice de
"su régimen", homologado al resto de Europa. Evidentemente se contó
con el apoyo de los países occidentales europeos y, sin la menor duda, de los EE.UU.
Desde ese
punto de vista el papel del nuevo PSOE era crucial, como muro de contención
frente a un PCE (Partido Comunista) muy potente, pues lideró la lucha antifranquista. El PCI italiano, mayoritario como fuerza
opositora en Italia, era un quebradero de cabeza para el mundo occidental, como
podéis comprobar en este enlace de la
wikipedia. Recordaréis que el PSOE se dividió entre el histórico (visto hoy con
perspectiva, el del exilio, el verdadero) y el "renovado", es decir,
el que conocemos hoy en día. La financiación que recibió este último creo que
debió ser bastante generosa, para consolidarse como el partido principal de la
oposición frente a la UCD: aquí tenéis un ejemplo de un caso no
muy bien aclarado.
Que Adolfo Suárez fuera un
demócrata convencido o simplemente, un trepa que hizo el paripé será un secreto
que se habrá llevado a la tumba. Es evidente que sus comienzos en la política
no fueron en ese campo. Pero cumplió su papel de lograr una verdadera
reconciliación, aunque ahora eso a los más jóvenes no les parezca creíble. Sin duda quedarían
gentes insatisfechas, pero la llegada de los símbolos de la oposición a Franco,
como La Pasionaria, Carrillo, Tarradellas, etc. creo que provocó un sentimiento
de inmensa alegría en los perdedores de la Guerra Civil. Quedaron cosas en el tintero, como la reparación de los muertos en las cunetas, sí, pero en aquellas fechas creo que mereció la pena no llegar demasiado lejos.
Suárez fue una pieza
fundamental en la creación de aquel clima, aquella sensación de libertad que se
vivió aquellos años. Yo, aunque no le votara, le expreso mi reconocimiento. ¡Ojalá la derecha actual tuviera esa actitud constructiva!
Siento decir que con los
gobiernos de Felipe González comenzó la regresión, con la concentración de los
medios de comunicación, con la desactivación de los movimientos sociales y con
el acrecentamiento del poder de las grandes empresas. Habría razones poderosas que
explicaran por qué se produjeron esos graves errores, básicamente de interés
electoral para el PSOE a corto plazo. Y así no cayeron en la cuenta de que a largo
plazo aquellas decisiones significaron cavar su
tumba, así como facilitar que el PP, verdadera desgracia que nos ha sucedido a los españoles, peor que Fernando
VII, provocara la situación que ahora
padecemos. Es cierto que el signo de los tiempos, el neoliberalismo, también
ayudó a crear esa situación. y, sobre todo, los grandes errores que se comenten en política no suelen ser los más evidentes, sólo aparecen con claridad a toro pasado. Los gobiernos de Felipe González trajeron muchas
cosas positivas, pero desgraciadamente no terminaron, y eso que llegaron a
tener un inmenso poder, de profundizar en el perfeccionamiento de la
democracia.
Después llegaron los nefastos
años de Aznar, quien ha dejado como buena persona a Alí Babá, para que
las palabras rencor, rapiña, prepotencia, desprecio por la ciudadanía,
desinformación, se hayan constituido en las señas de identidad de lo que supuso
su Gobierno. No culpo a sus votantes, pero nuestra derecha ha sido la peor de Europa, y eso que Berluscuni puso el listón muy difícil de rebasar.
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