miércoles, 6 de julio de 2011

Identidades

La identificación de un individuo con un grupo se produce por acción de uno de los instintos más primarios y que anida en lo más profundo del cerebro humano. Este instinto nos asemeja a otras especies animales, especialmente a las especies sociales, es decir, a aquellas que viven en "manadas".  El instinto social "protege" al grupo frente al interés individual de cada uno de sus miembros. Esto es común a este tipo de especies animales, aunque con evidentes variaciones de unas a otras, desde las hormigas hasta los lobos.

La manada en ocasiones se defiende de otras especies, pero lo más habitual es que se defienda de otras manadas de la misma especie. Y dentro de la manada existe la jerarquía. Coexisten en el hombre, por tanto, un deseo de identificarse con una tribu y, a la vez, un deseo de diferenciarse del resto de la tribu.

Como nos estamos refiriendo a instintos, debemos añadir inmediatamente que estos funcionan por estímulos emocionales, en mucha mayor medida que por un proceso racional. Por lo tanto, de la misma forma que se nos puede vender una cerveza estimulando nuestro instinto sexual, colocándonos un bonito anuncio muy sensual, se pueden conseguir verdaderas maravillas de la gente mediante la "manipulación" de su instinto tribal. En casos extremos el individuo es capaz de ofrecer gustosamente su vida por su manada (como los kamikazes o los miembros de Al Qaeda).

Las sociedades avanzadas se caracterizan porque los individuos dominan hasta cierto punto sus instintos. Esto no se consigue mejor negándolos o reprimiéndolos sin más, sino encauzándolos adecuadamente. Pero la tentación de los dirigentes políticos por aprovecharse de estos "sentimientos" y así alcanzar el poder o mantenerse en él, es extraordinariamente atractiva. En los últimos tiempos, lamentablemente, se ha convertido en la norma.

Hay muchos tipos de tribus: desde las tribus juveniles, los seguidores de los equipos de fútbol, los que siguen a un torero y los que lo detestan, los fanáticos de los partidos políticos, etc. Pero las tribus por definición son las "naciones". Las naciones son tribus representadas por un trapo de colores, la bandera. Curiosamente esta palabra es de la misma raíz que: banda, bando, bandolero, bandido, bandada.

Las personas de izquierdas eran originalmente internacionalistas, es decir, poco adeptas a las "patrias". Aunque tenían sus himnos y banderas. Pero en esta época parece que quedamos pocos quienes nos tomemos la patria con calma y reflexión. Cuando la furia nacionalista lo impregna todo es difícil mantener la mente fría, pues esa dinámica frentista no deja mucho espacio a los matices. ¡Qué valiente y qué difícil es proclamar públicamente que se estima todavía a los amigos del país enemigo en plena guerra, como hizo Stefan Zweig!

No es mi intención negar las identidades nacionales, pero sí que propongo atemperar nuestras reacciones tribales radicales. Existe un truco que me ayuda en este caso (y no sólo para este caso): ponerse en el lugar del "otro". ¿Cuál sería mi postura de estar al otro lado? Si yo fuera marroquí (moro), o inglés (de la Pérfida Albión), o francés (gabacho), o catalán (polaco, “catalufo”), ¿cómo reaccionaría en tal situación? Es lamentable el nacionalismo negativo, el que se forma por rechazo al otro.

Yo vivo en un país, Valencia, donde se hablan dos lenguas, que pertenece a un estado, España, con complejas identidades. Además, paso mis vacaciones en otro estado, Francia. Este estado también tiene sus problemas “identitarios”, imprudentemente azuzados por su actual presidente. Tengo amigos en todos los lados y me siento orgulloso de ello. Y a ambos lados de la frontera conozco gente de la que sentirse avergonzado. Mi identidad "nacional" no es simple, y esto le sucede a mucha gente: a muchos valencianos, y catalanes, y franceses de origen magrebí y bretones, corsos... Y familias mixtas francesas y españolas. También he conocido ingleses que viven en Xàbia, que se sienten un poco españoles, y que hablan el valenciano y son seguidores del Valencia CF. Del mismo modo, en cierto sentido, yo me siento un poco francés. Y no por ello dejo de ser español. O valenciano.

Las "naciones", como hemos dicho, son sentimientos muy instintivos, pero por otro lado son conceptos muy poco "científicos", basta con repasar la historia y ver los cambios de fronteras. No hay "naciones" eternas. Hace poco más de 500 años las banderas eran otras en mi tierra, y posiblemente lo sean de aquí a otros 500 años en adelante. También se observa viajando. Un valenciano tiene muchas cosas en común con un occitano de Montpellier que no tiene con un gallego. Somos mediterráneos, es una forma de entender la vida, la comida e incluso las fiestas taurinas. Sin duda que también tiene con un gallego cosas en común que no las tiene con un occitano. Y sin duda ni todos los valencianos son iguales entre sí, ni todos los gallegos ni los occitanos.

Defendamos nuestra tierra y nuestras tradiciones. Esto es sensato, como defender a nuestra familia. Pero hagámoslo sensatamente, serenamente, rebajemos las emociones y seamos más racionales. Respetemos, o al menos toleremos, al otro. Evitaremos conflictos innecesarios. Y no nos engañarán ciertos políticos, muy dados a exacerbar los sentimientos nacionalistas. Parezco un cura con estos sermones, pero es que estamos perdiendo los valores de la sensatez y la tolerancia, que son fundamentales para mantener la convivencia en paz.

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