domingo, 4 de septiembre de 2011

Retorno de las vacaciones

Llamamos ciclos a las secuencias de días y noches y del paso de los años. Para las mujeres cabe también hablar del ciclo menstrual, o de las lunas o los meses. Este último es secundario para los hombres, en especial para los que no somos asalariados. La vida, más que una línea recta o circular, se parece más a líneas espirales. Espirales múltiples, un poco como el ADN. Porque tras cada ciclo no volvemos a la posición de partida, estamos en otro sitio. Las posiciones X e Y pueden ser las mismas que las del año pasado, pero la Z (o mejor, la T de tiempo) ha cambiado. Irremisiblemente.

También la Historia parece desplazarse en espirales. A periodos de libertades y tolerancia le siguen periodos oscuros. A años de expansión y alegría desenfrenada le siguen periodos de estrecheces y penitencias. A décadas de paz y placidez les siguen episodios de guerras, revoluciones y disturbios. No parece que el progreso científico y técnico logre evitar dichos ciclos, como que no acabamos de aprender de la Historia.

En mi ciclo anual, pocos días ha que concluí la dulce etapa de las vacaciones de verano. Todavía disfruto de su recuerdo, como todavía se disfruta del recuerdo reciente del clímax amoroso varios minutos después de su vivencia. Siempre me ha gustado el símil entre las vacaciones y la relación amorosa. Quien no las tiene, las vacaciones, o quien teniéndolas no las disfruta, se pierde uno de los placeres más intensos de la vida.

Las vacaciones no deben ser demasiado largas, de modo que no parezcan infinitas, porque ello da pie a que desperdiciemos algunos de sus días, como sucede en España con las vacaciones estivales de los escolares. Al final de ellas nos deben haber parecido cortas. Ya se sabe, si lo bueno breve... Pero tampoco deben ser excesivamente cortas, debemos poder desconectar del todo. Como desconecta el lord inglés del chiste, el que, estando de week-end en su mansión le informan de que su fábrica ha quedado destruiada por un incendio y le contesta a su interlocutor con estas palabras: ¡Vaya disgusto que me voy a llevar el próximo lunes! El ideal, para mí, se sitúa entre un mínimo de dos semanas y un máximo de 3. Cierto que este criterio es muy subjetivo y puede encender acaloradas discusiones. Es, simplemente, la conclusión que extraigo de mi propia experiencia.

En mis vacaciones he desconectado de casi todo. Tengo estropeado el decodificador de la parabólica y no he podido ver los canales internacionales españoles. Tan sólo he consultado los diearios por internet un par de días. Aun y cuando llevo siempre mi teléfono móvil encendido, por motivos de trabajo, este año, por suerte y por desgracia, he tenido pocas interrupciones. Cosas de la crisis.

Como mis vacaciones las paso en Francia, y concretamente en una región de clima y paisaje tan diferente de Valencia, el contraste me resulta muy reconfortante, a pesar de que el paraíso que descubrí en mi primer viaje a dicho lugar, ese secreto de "conaisseurs", ya no lo sea tanto. Lo descubrieron hace unos años y el turismo se ha multiplicado por diez, como poco.

El contacto con otro país, aunque sea tan cercano al nuestro, nos enfrenta a contrastes no sólo de clima y paisajes, sino de carácter y visión de la vida de sus gentes. La creación de la UE y la globalización ha reducido mucho las diferencias, pero hay aspectos que provienen de la noche de la Historia que perviven, más en los pueblos y pequeñas ciudades que en las grandes capitales, que en muchos aspectos parecen clonadas. Esas diferencias de cáracter afectan a algunos aspectos importantes de la vida, pero otras muchas se refieren a pequeños detalles.

Mi casa en Francia está en una aldeíta deliciosa. En ella conviven mal que bien una minoría de habitantes permanentes, que no pasan de un puñado de familias, y que no son, en general, oriundos del pueblo, con tres puñados de familias veraneantes, entendido este adjetivo en un sentido más amplio, pues abarca también otros períodos de vacaciones que no son el verano. Los franceses me parecen más exactos en sus expresiones y tienen el término "vacanciers", como también tienen el término más adecuado de "portable" para denominar al teléfono al que nosotros llamamos "móvil".

Esta preciosa aldea se llama Entraigues. Cualquier persona que conozca el catalán entiende el significado de dicha palabra. No así los franceses, salvo los "viejos" que todavía comprenden la lengua de la región. Y es que al francés le ha pasado como el castellano. Ambos idiomas, a diferencia del italiano o del catalán, han perdido sus variantes regionales y locales. Este proceso se produjo en los años 60's y 70's. Procuraré comentar esto en otro artículo, para no irme ahora por las ramas.

Mi aldea organiza una fiesta en verano. Seamos más exactos, como los franceses. Algunos de los veraneantes organizan dicha fiesta y algunos otros les ayudamos a su preparación. Esto también da para otro artículo, incluso para un libro, pero también sería irse por los cerros de Úbeda. El acto principal es una comida abierta al público, previo pago. Como curiosidad os comento que esta comida ha sido tradicionalmente una Paella Valenciana. Bueno, así le llamaban. La calidad de dicha paella ha ido degradándose con los años, y con mis comentarios, por lo que este año, con buen criterio, se ha ofrecido cuscús. Volvemos a divagar, Coronel Dax.

Aparte de la paella, y del bar, y de otras cosas menos importantes, suele haber algún tipo de animación. Este año había una "troupe" medieval y una payasa para los niños, y una especie de Orfeón Donostiarra para amenizar la comida y la sobremesa. Cantaban "a capella", no lo hacían mal. Me llamó la atención que cantaron varias canciones en vasco y en corso. Inmediatamente me surgió una comparación con nuestra España. Es difícil imaginarse a un Orfeón cantando en las fiestas de un pueblo español, con la posible excepción del País Vasco. Nos va más el grupo de rock. Pero todavía me llamó aun más el hecho del idioma. No me puedo imaginar hoy que en la fiesta de un pueblo de Castilla, o de la España castellano-parlante, se dé la presencia de un grupo que canta en vasco o catalán. ¿O quizás me equivoco?

Este artículo me parece que me ha salido un poco en espiral, sin pretenderlo. He ido un poco dando vueltas, divagando cada dos por tres. Es curioso, porque cuando empecé a escribirlo tenía claro los temas a tratar. Pero no, los temas que tenía en mente no han cabido. No sé si he llegado a algún sitio, sólo sé que las pasadas vacaciones se van alejando. Al tiempo que nos dirigimos hacia las próximas.

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