miércoles, 3 de julio de 2013

A mis amigos, los españoles.

Hace unos meses publiqué en este blog un artículo que titulé "Als meus amics, els catalans". De alguna manera intenté expresarles mis razones por las que estoy en contra del discurso de la independencia de Cataluña. Y es más al discurso actual, en especial el que tiene lugar en CiU, que a la independencia en sí, a la que no temo, aunque no considero que sea una buena solución, si podemos recobrar todos la sensatez y pensar con la cabeza más fría.

A los catalanistas más radicales les indiqué, en aquél artículo, que su comportamiento era muy similar al de esos españoles a los que ellos consideran casposos. Si se les cambiaba la bandera que blandían, la lengua en la que hablaban y la "nación" a la que se referían, el discurso se parecía bastante a amabos lados del Ebro.

Este artículo va dirigido a la otra parte contratante. A los "españoles". Yo no me incluyo entre ellos, porque cuando digo "españoles" con ese entrecomillado, me estoy refiriendo a los "nacionalistas españoles". Concretamente a aquellos que se autodenominan "antinacionalistas", sin poder reconocer que ellos son tan nacionalistas como aquellos a los que critican.

A estos españoles les insistiría en que hay que respetar a los catalanes. Es difícil que se pongan en su lugar, pero deben hacer un esfuerzo. A ver si  consigo ayudarles. Aunque las comparaciones, se dice, son odiosas, vamos a imaginarnos que la rebelión contra Napoleón, en 1808, hubiera fracasado, y que hubiéramos acabado siendo anexionados por los franceses. Imaginemos, no es difícil conociéndolos, que los franceses nos hubieran ido metiendo en la educación su idioma (en Francia han desaparecido prácticamente el catalán, el occitano, el bretón, el corso, el provenzal, el saboyardo, etc), despreciando el castellano, hasta la muerte de su dictador, François le Franc-va-aux-monts, en 1975. Y que tras esta fecha hubiera llegado la transición a la democratie y hubiéramos permitido de nuevo el castellano como lengua en la escuela. Es fácil que en Madrid hubiera ganado un partido nacionalista español, cansado de tanta ofensa contra los símbolos españoles y su lengua. Pero al cabo de unos años de una cierta tolerancia, imaginemos un parisino que llega a Madrid y dice en voz alta que exige que le hablen en francés, que está en su derecho, pues es la lengua común. Y que varias radios y diarios de París lanzan una campaña de boicot. El líder de la comunicación radiofónica Fréderic Gimène-Des-Saints propone un boicot al aceite de oliva español (mejor comprárselo a los italianos). Además se acaba de presentar el Plan de Transporte ferroviario de Alta Velocidad. El TGV unirá todas las capitales de departamento con París. No hay ninguna conexión dibujada para las líneas Madrid-Barcelona o Madrid-Valencia. Sólo Madrid con Sevilla y Madrid con Bilbao (en ambos casos porque coincide con la línea que une esas ciudades con París). Y que ejemplos de ese cariz encontramos todos los días, para acabara de colmar nuestra paciencia.

En efecto, nuestros partidos españolistas no tardan en explotar esas "discriminaciones". Sobre todo porque han visto que ha sido una fuente inagotable de ganar votos y elecciones. Pero, de manera simétrica, en París, la UMP (el partido de derechas moderado) y no digamos el Front National (antes llamados fachas, ahora demócratas como el que más) se hinchan a denigrar a los españoles. Bueno, no a todos los españoles. Sólo a los españolistas. Por supuesto que no a los afrancesados que piensan que en España se debe obligar a estudiar en francés y a hablarlo si el interlocutor no entiende el español.

He puesto este ejemplo porque el resquemor de muchos nacionalistas españoles hacia los franceses es comparable al que tienen muchos nacionalistas catalanes respecto de los españoles. Y viceversa. De todas formas hay diferencias. Los catalanes siguen teniendo una renta per cápita superior a la media española, cosa que no sucede en el ejemplo que he escogido. Otra diferencia es que el castellano es una lengua de difusión mundial muy superior al catalán. Estas diferencias no se presentan entre el castellano respecto del francés. 

La convivencia complicada entre dos nacionalidades que aparecen bajo el mismo Estado no es exclusiva de aquí. El caso del encaje del Quebec con el resto del Canadá presenta bastantes similitudes. También podemos mencionar la cada vez más difícil convivencia entre flamencos y valones en Bélgica. Pero asimismo hay ejemplos de una buena y larga convivencia, como ocurre en Suiza. A mi juicio el respeto entre las diferentes nacionalidades es la más resistente costura para preservar la unidad en la diversidad. Dicho respeto se produce automáticamente si se pone como un valor a preservar, por ambos lados, esa unidad. Y me temo que en pos de esa unidad no camina precisamente la exigencia de exigir la uniformidad.

Amigos, desde el punto de vista democrático sólo caben dos soluciones. O nos arreglamos y restauramos la convivencia, o dejamos que se siga pudriendo, lo cual acabará, sin duda, en ruptura, en el momento en el que los odios dejen de ser reversibles. En todo caso la convivencia no se va restaurar en dos días. Cabe una tercera solución que yo no considero democrática, pero que muchos de vosotros quizás consideráis secretamente: imponeros por la fuerza. En el ejemplo que he puesto, ¿no creéis que España tendría el derecho a la secesión respecto de Francia si una amplia mayoría de españoles estuviera de acuerdo?

La democracia no es la imposición de las mayorías sobre las minorías. Es también el respeto por estas últimas. Si sois religiosos, ¿os imagináis que una mayoría de ateos os prohibieran el ejercicio de vuestra religión? O, al contrario. Si sois ateos, ¿os gustaría que os exigiesen la misa dominical, solo porque una mayoría ha votado eso? 

¡Ojo! Estoy de acuerdo en que la secesión no se debe otorgar tras un referéndum con un 51% de votos favorables cuando sólo vota un 55% del censo. En este caso hay que decir que la "otra parte del territorio" (el resto de España) tiene también algo que decir. Pero creo que sí que habría que aceptarla si el resultado es muy claro. Por ejemplo, si vota a favor de ella un 70% de los votos, con una participación por encima del 75% del censo. Si una encuesta ofreciera unos resultados de tal calibre, no hay Constitución Española que pudiera parar el ansia de independencia de ese pueblo. Y deberíamos aceptarlo. ¿O es más democrático enviar al ejército, como preconiza la Constitución Española?

A mi juicio debemos trabajar para que se restablezca la convivencia. Eso es imposible sin un pacto entre medios de comunicación y partidos políticos de ambos lados. Ese pacto debe desterrar la búsqueda de la inquina y el odio hacia el lado contrario. En mi opinión, hace unos 20 años los catalanes aceptaban ser españoles con dos condiciones: que el catalán fuera la lengua principal en Cataluña y que el "equilibrio económico" no se rompiera en favor de Madrid. La segunda legislatura de Aznar acabó con lo segundo. Durante la primera legislatura de Zapatero los medios de comunicación al servicio del PP se encargaron de dinamitar lo primero. Pero no se puede obviar que Zapatero tuvo su buena parte de culpa, al intentar dejar en fuera de juego al PP. Pero CiU, durante la reforma del Estatut, así como el PP, cruzaron entonces las líneas rojas de lo que no se debió nunca traspasar.

La separación es un error mayúsculo para ambas partes. A Francia, a Reino Unido o a Alemania les viene muy bien que nos separemos. Los hace a ellos más fuertes, a pesar de que seguramente sumaríamos más votos en Europa separados que juntos. Pero ya no tendríamos la fuerza del bloque. Al contrario, los resquemores entre nosotros nos harían más débiles ante los demás. No saldríamos ganando. No es descabellado pensar que, en el caso hipotético de que la separación se hiciera de malos modos (escenario perfectamente probable), los catalanes buscaran, por ejemplo, la protección de los franceses frente a lo que quedara de España.

No, no me gusta esta Europa de estos últimos años. Que no ve más allá de las narices de las respectivas aldeas. No me gusta la Europa que nos vendía Aznar: (o Margaret Tatcher), del tipo de: "¡Qué genio soy! Mirad lo que he conseguido arrancar para España del último Consejo Europeo". Jamás se construye un proyecto con otros socios sin ceder en pos del bien común. Hoy por ti y mañana por mí. Por eso la Europa actual, la Europa de los egoísmos, no tiene ningún futuro.

Poco antes de acabar este artículo se ha celebrado en el Camp Nou un festival independentista. Ha sido un éxito de público, y me llama la atención lo poco que se ha recogido esta noticia en los medios de comunicación "españoles". Me hace gracia la selección que hacen estos medios convencionales entre lo que es importante y lo que no lo es . Nos guste o no creo que era una noticia muy destacada, porque puede condicionar fuertemente el futuro inmediato. 

Soy más comprensivo con el nacionalismo defensivo (el catalán, el polaco, el quebequés, el kurdo, etc..) frente al nacionalismo llamémosle "dominador".  Hasta que comienza a "ganar". Entonces veo que eran peores.






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